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Nunca he creído en el tópico que afirma que las sociedades nórdicas son serias y austeras y las mediterráneas somos un “cachondeo”, pero sobre todo no he creído en su inmutabilidad. De hecho, los dos imperios más importantes de la historia, el romano y el español, han sido mediterráneos, y lo fueron gracias a la rigurosidad y la seriedad de sus ciudadanos y sus dirigentes políticos. Todos conocemos aquello de <<Dura lex, sed lex>> que significa “La ley es dura, pero es ley”, un principio que se inventó en Roma cuando los germanos aún eran conocidos como bárbaros.

No obstante, hay que reconocer que en este momento no estamos para presumir, no quiero insinuar con esto que mis compatriotas no sean serios, de hecho, la inmensa mayoría de los españoles hemos demostrado en esta pandemia hasta qué punto somos rigurosos y disciplinados, respetando escrupulosamente un duro y necesario confinamiento. Pero como se diría del CID: <<qué buen vasallo sería, si tuviera buen señor>>, también en este caso ha fallado el señor, se ha demostrado que nuestros dirigentes políticos no están a la altura de sus ciudadanos.

Lo que realmente me preocupa y me parece injusto, es que siendo un país, sino el más importante si uno de los principales en la formación de la civilización occidental, la que más prosperidad y libertad ha creado en el mundo; por la ignorancia de una parte de la población, que no supone ni mucho menos la mayoría, y por el ansia de poder de una clase política, que no está preparada para dirigir ni su comunidad de vecinos, pongamos en peligro todo lo que hemos conseguido desde el 78.

Desde la crisis del 2008 se ha ido incrementando el grupo de ciudadanos que votan con las vísceras a partidos extremistas de todo signo. Aunque no puedo dejar de señalar, que en la España actual, el peligro fundamental viene de la izquierda radical.

En un momento, que incluso el inoperante Parlamento Europeo, para motivo de orgullo de aquellos que nos sentimos occidentales, ha dictado una resolución sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa, donde equipara el comunismo al nazismo y reconoce: <<la necesidad urgente de sensibilizar sobre los crímenes perpetrados por el estalinismo y otras dictaduras, evaluarlos moral y jurídicamente, y llevar a cabo investigaciones judiciales sobre ellos>>. Aunque personalmente creo que se podía haber llegado un poco más lejos, ya que si bien el comunismo y el nazismo son equiparables desde un punto de vista político, ambos son considerados regímenes totalitarios y moralmente son igual de execrables, el comunismo ha hecho y sigue haciendo mucho más daño que su homólogo. A los españoles, con ese sentido de la “oportunidad” que tenemos algunas veces, no se nos ocurre otra cosa que poner de Vicepresidente 2º del Gobierno a un comunista, y por si fuera poco, el Gobierno nombra vicepresidente de la Comisión para la Reconstrucción Económica y Social a Enrique Santiago, Secretario general del PCE, negociador por parte de las FARC y dispuesto a ir ahora mismo a la Zarzuela, en pleno siglo XXI, a aplicarle al rey Felipe VI la misma medicina que Lenin le aplicó al zar Nicolás II y su familia.

 

En España, llevamos un tiempo, en que el disparate de ayer, se tapa con uno de hoy.

La destitución del coronel jefe de la Comandancia de Madrid, Diego Pérez de los Cobos, por no atender las pretensiones ilícitas, de un cada vez más “Pequeño”-Marlaska, un ataque en toda regla a la separación de poderes; tapa el acuerdo de la semana pasada con BILDU para derogar la reforma laboral. Me pregunto  ¿Qué será lo que mañana tape esta desvergüenza?

La política española ha llegado a tal grado de esperpento que no podemos descartar nada, lamentablemente nos precipitamos hacia el desastre, y ya únicamente los ciudadanos pueden evitarlo cambiando las reglas del juego.Las cúpulas del poder político están dominadas por personas sin ninguna preparación ni experiencia y con valores equivocados. La búsqueda de la verdad, que debe ser el faro de todo hombre, no es que se desprecie o se relativice, es que se ha hecho de la capacidad para mentir el atributo más valorado del “líder carismático”. Han superado a Göbbels, ya no necesitan repetir una mentira mil veces para convertirla en verdad, ahora tapan una mentira con otra hasta enterrar la verdad.

Damián Carmona, Presidente